El bufón amarillo no juega
pero gentilmente tira de las cuerdas
y sonríe mientras los títeres bailan
en la corte del Rey Carmesí.

viernes, 13 de febrero de 2009

El Encuentro


Lo observé detenidamente. Había estudiado su rutina durante tres semanas enteras, pero nunca lo había contemplado tan de cerca, nunca había cruzado palabra alguna con él.
Según mis registros todos los lunes salía a las 8:30 horas desde su hogar para llegar a su oficina a eso de las 9:15.
Entonces ¿Por qué estaba ahí? No tendría porque haber estado en ese ascensor y mucho menos a esa hora. Me demostró que no estaba haciendo correctamente mi labor, que había pasado algo por alto y que ese descuido me pudo haber costado muy caro. Llegué a creer que todo se había venido abajo.
Por suerte no fue así, él retomó su rutina y todo volvió a su normalidad. Lamentablemente para mí las cosas fueron aún más allá; yo si alteré mi trabajo.
No acostumbro conversar con los sujetos en cuestión, pero aquel encuentro en el ascensor fue toda una sorpresa. Al verlo supe que algo estaba mal, pero no pensé hasta que punto.
Por lo general no hago preguntas, no me interesa la razón, tan solo cumplo con hacer mi trabajo. Pero esa conversación casual en el ascensor fue demasiado reveladora para mi gusto, y todo por ese estupido titular en el periódico.
Su rostro además, se veía preocupado, muy preocupado.
Si, vi su rostro; lo observé detenidamente e incluso llegué a sentir simpatía por aquel individuo. Grave error; no debí haberlo mirado, debí haberme mantenido siempre detrás del periódico.
Nunca antes me había sucedido y espero que nunca vuelva a sucederme. Realmente fue incomodo. No se imaginan lo que es ver su rostro y recordar sus palabras dichas exactamente veinte minutos antes.
Pero después de todo, es mi trabajo. Mas aun, no negaré que me tembló el labio; no fue fácil halar del gatillo mientras aún recordaba sus palabras.

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