El bufón amarillo no juega
pero gentilmente tira de las cuerdas
y sonríe mientras los títeres bailan
en la corte del Rey Carmesí.

jueves, 19 de febrero de 2009

Paranoia


Si, lo sé. Estoy seguro de lo que harán. Por más que haya querido adelantármeles no lo logré, al fin y al cabo igual nos descubrieron.

Pero ¿Que se supone que debo hacer ahora? Sabía que tarde o temprano sucedería y aun así no me preparé lo suficiente

Lo más probable es que estén buscandome y no tardarán mucho en encontrarme. Conozco muy bien como trabajan.

Quizás contrataron a alguien de afuera para hacerlo,es lo más obvio. Pero de ser así puede ser cualquiera, el gorila de abrigo que está en la esquina, aquel viejo de sombrero sentado en la banca, el muchacho de gafas oscuras con el que choqué en la puerta o, tal vez, el hombre del periódico con el cual conversé en el ascensor, aquel que me sonrió tan particularmente, como con lástima, como si pudiera ver en mi rostro la marca del condenado.

Mierda, ese titular en el periódico me está afectando demasiado, me estoy volviendo paranóico. Debo tranquilizarme; debo hacerlo.

Ya son las 9:15, volveré a mi rutina como si nada sucediera, entraré a la oficina y olvidaré todo.

Por qué se demorará tanto ese maldito semáforo. Cada segundo parado en esta esquina me desespera más, cada mirada me inquieta, debo volver a la oficina y sevirme un trago, así me calmaré.

Por fin el verde, ojalá sea lo suficientemente largo para alcanzar a cruzar ambas pistas, no quiero estár un segundo más en esta maldita calle, no pienso aguantar otro semáforo, no...

Es todo muy rápido; la punzada en la nuca, mi cuerpo desplomándose y la gente corriendo en todas direcciones. Estoy de cara en el asfalto y no siento mis extremidades. Se me nubla la vista, los gritos se mezclan en un sonido indescriptible y lejano.

Debo reconocer que fue muy profesional.; un solo tiro, certero, sin dolor, de hecho ya no siento mi cuerpo, comienzo a dormirme y a soñar. Veo el titular del periódico, la expresión indesifrable del individuo en el ascensor; creo que no sólo yo lo sabía, sino toda la maldita ciudad. Tal vez sólo esperaban que sucediera pronto y acabara de una vez con la angustia. Al menos así lo esperaba yo.

viernes, 13 de febrero de 2009

El Encuentro


Lo observé detenidamente. Había estudiado su rutina durante tres semanas enteras, pero nunca lo había contemplado tan de cerca, nunca había cruzado palabra alguna con él.
Según mis registros todos los lunes salía a las 8:30 horas desde su hogar para llegar a su oficina a eso de las 9:15.
Entonces ¿Por qué estaba ahí? No tendría porque haber estado en ese ascensor y mucho menos a esa hora. Me demostró que no estaba haciendo correctamente mi labor, que había pasado algo por alto y que ese descuido me pudo haber costado muy caro. Llegué a creer que todo se había venido abajo.
Por suerte no fue así, él retomó su rutina y todo volvió a su normalidad. Lamentablemente para mí las cosas fueron aún más allá; yo si alteré mi trabajo.
No acostumbro conversar con los sujetos en cuestión, pero aquel encuentro en el ascensor fue toda una sorpresa. Al verlo supe que algo estaba mal, pero no pensé hasta que punto.
Por lo general no hago preguntas, no me interesa la razón, tan solo cumplo con hacer mi trabajo. Pero esa conversación casual en el ascensor fue demasiado reveladora para mi gusto, y todo por ese estupido titular en el periódico.
Su rostro además, se veía preocupado, muy preocupado.
Si, vi su rostro; lo observé detenidamente e incluso llegué a sentir simpatía por aquel individuo. Grave error; no debí haberlo mirado, debí haberme mantenido siempre detrás del periódico.
Nunca antes me había sucedido y espero que nunca vuelva a sucederme. Realmente fue incomodo. No se imaginan lo que es ver su rostro y recordar sus palabras dichas exactamente veinte minutos antes.
Pero después de todo, es mi trabajo. Mas aun, no negaré que me tembló el labio; no fue fácil halar del gatillo mientras aún recordaba sus palabras.